LA CUEVA SIN CLAN DE BICHOS
Desde que te descubrimos nos encantaste. Semisótano mágico de ladrillos centenarios y descascarillados, como tus años, con esas piedras eternas de la antigua muralla cristiana aislándote del frío y del calor, del paso de todo tiempo, de guerras y rebajas de verano, gatos de pura cepa, madrileños adoptivos, mamotretos de bebés empujados por el lumbago de sus padres, ornadas de turistones y gente de todos los colores, que llegamos a ti rendidos y con la lengua fuera después de trepar la montaña de la calle de la Escalinata.
Antes de nuestra función de títeres, el público debía descubrir el misterio de tu historia: quién pasó por aquí y qué te hacían, para que servías antes, siendo ahora demasiado minúsculo para ser un teatro, y demasiado acogedor como para no serlo. Hasta que llegamos nosotros con Clan de bichos, durante 20 años fuiste una hermosa floristería. Tus flores de todos los colores llegaban hasta el techo, eran las mejores, las más hermosas y de mejor fragancia ¡las compraba hasta el Hotel Ritz! Antes, durante al menos tres décadas fuiste una fábrica de... ¿de qué? Y niños y mayores intentan adivinar: "¡De telas!", "¡De cuero!" Y yo marcando el tic tac con el dedo. "¡De relojes!". "No, este es el tiempo del concurso. Siempre pican". Una pista: "¡Algo de ñam ñam!". Y enseguida un niño goloso: "¡De chocolate". Y yo: "¡Más salado!". "¡De galletas". Y yo: "¡Más salado!". Otra con hambre: "¡De Pan!". "¡¡¡Más salado!!!". Y por fin una que acierta: "¡De patatas fritas!". "¡Sí! ¡Esto estaba lleno de patatas fritas hasta el techo! ¡Las compraba hasta el hotel Ritz!". Risas e incredulidad pero aún puede verse en la fachada, tallado en la pierda: Fca. de P A T A T A S. Los antiguos patateros, ya muy ancianos, viven en el último piso de la casa con balcones de enfrente. Sólo cruzaron, nunca se fueron de la calle mágica.
¿Qué animal vivía aquí hace 100 años? "¡Un perro!" Más grande. "¡Un elefante!". Más pequeño. "¿Un oso?" Menos salvaje. "¡Un león!" He dicho menos salvaje. Un padre le chiva al oído a su hija: "¡Un caballo!". Casi casi. Podías haber sido una cuadra, pero no. Una pista: Es un animal peludo que hace tolón tolón. "¡Una vaca!", grita una madre. "Pero si las vacas no tienen pelo", le replica su hijo. No niño, las del tetra brik no, pero las de verdad sí. Hace 100 años aquí vivía una vaca, y la gente del barrio venía con botellas, con cubos, a por la leche de la vaca, cuando no existía el Carrefour express de la vuelta, eras una lechería.
Hace 6 años llegamos a ti este par de locos enamorados y te reinventamos como nuestro particular TEATRO IRREAL, con telón de terciopelo rojo y espejos con pan de oro, pero muchos más gamberros que la opulenta catedral de la opera de ahí abajo. Tras 700 de nuestras funciones, tienes el orgullo de haber alegrado en tu interior a 17.000 niñas, niños, madres, padres, abuelas, abuelos, tías, tíos, espectadores todos de nuestras historietas inventadas con objetos, marionetas, fluorescencias del teatro negro, música a todo trapo para dormir bebés, retratos de familias que ya son del clan y la confirmación de la felicidad que da estar COMO UNA REGADERA.
En 2014 nuestra primera función contigo se basaba en hechos reales: unos chorizos se llevan la pasta y la familia no tiene nada para comer. Sólo que nuestros chorizos no eran políticos ni banqueros, sino los títeres de embutido Cantimpalo y Criollo, la pasta eran manojos de spaguetis y tallarines y cuando se nos iba la olla para perseguirlos y que la familia volviera era la genial Mamá Olla la que lo conseguía. Títeres justicieros, valga la redundancia. Entre ellos Charlotte de Títeres Girasol y el descubrimiento de una humana: Marika Pérez, excelente actriz y amiga desde entonces.
Luego vino AGUGUTATA, una alegoría musical sobre la familia y la oportunidad de parir en directo un títere bebé, tipo muppet. Cada función es un parto, y nunca mejor dicho. Su nacimiento nos regaló mucha diversión y las caritas de alucinados de los peques, que con gran ternura hacían cola para cogerlo en brazos y acunarlo. Inolvidable también para nosotros.
Esta pandemia apocalíptica obliga a reinventarnos otra vez. Dejas de ser La Cueva de Clan de bichos porque no tienes sentido como tal si no es con un público apelotonado, estrujado como nuestros sesos cuando inventamos qué llevar a escena que haga el mundo un poco mejor, más solidario y divertido.
Y es que desde el principio te llenamos de público hasta los topes. Puede parecer fácil cuando sólo tienes 24 butacas, pero son cientos de representaciones, fotos con familias agradecidas, canciones, risas y abrazos, de esos que ahora no podemos darnos tan alegremente, pero que volverán, aquí y en otros nuevos lugares por descubrir, porque ningún virus puede contigo, ningún virus puede con nosotros, ningún virus puede con el teatro.
Lechería, fábrica de patatas, floristería y teatro de títeres.
A todos los que nos habéis acompañado en La Cueva
¡GRACIAS Y HASTA PRONTO!
Ismael, Susana, India y Julieta
CLAN DE BICHOS
PD:. Gracias a sus dueñas Rosa, Sara y Carmen, por todo su apoyo y ayuda estos años y especialmente durante la pandemia. Muchas suerte a nuestros vecinos, geniales peluqueros Alex y César, las de la Laborteca, y Nacho y todo su equipazo de El Minibar. Empecinadamente utópicos seguiremos buscando las mil maneras de re-inventarnos y seguir aprendiendo. ¡Gracias Cueva!